14 de junio de 2009

Ella escribe versos para mí

El otro día, cuando no teníamos qué comer y el hambre nos hacía ver como un par de miserables desaliñados frente al basurero de la tienda, ella detuvo sus ojos, agitó sus pupilas y sonrío para el mundo; sonrío para nuestra miseria y por nuestra hambre. Nadie podía parar sus frenesí. Era como un vaivén dorado porque realmente brillaba. Y en su pupila, algo continuaba agitándose peligroso.
.....Pero el hambre me devolvía los pies a la tierra y al frío de la calle. A punto estaba de hurgar en el basurero -pedía que al menos un poco de comida decente, un pedazo de pan o restos de carne o arroz de comida rápida que las personas suelen dejar quedará para nosotros cuando sentí sus manos sobre mí. Me tomó del brazo y aún con la sonrisa y sus ojos que nunca me soltaron, dijo lo siguiente:
Contigo terminará la humanidad, querido Adán.
.....Y mi hambre, que golpeaba mis intestinos, y yo, que finalmente había escuchado su primer verso, sucumbimos.
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