25 de diciembre de 2008

Una noche antes de Navidá

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Golpéame en la sien si crees que soy injusto,
hijoputa, cerdo, quizás enamorado.
Golpéame en la sien, por favor.

Era casi la medianoche y había recibido siete mensajes en mi teléfono celular. Siete mensajes, sin embargo, era un número corto en comparación con los veintiún mensajes celulares de Claudia, los dieciocho del Bear y, seguramente, la media docena que leíste en tu teléfono antes de las once de la noche. No puedo quejarme, tampoco me habría sentido bien con tantos mensajes celulares, porque nunca los respondo y únicamente dicen incoherencias sociales que, en muchos casos, me hacen sentir un imbécil. Todos, sin excepción de los siete mensajes, decían invariablemente, “Feliz Navidad”. Y, a decir verdad, la Navidad, como Día de Muertos, son las dos fiestas que me gustan muchísimo, me alegran en gran parte. Pero hay algo que no entiendo, particularmente dos cuestiones sin trascendencia para el interés general pero que en mi cabeza dio vueltas desde hacía un par de horas.

Primeramente, cómo es que la gente tiene suficiente crédito (o tiempo aire como nos enseñaron a decir las compañías celulares.) para enviar mensajes a cada uno de sus conocidos, amigos, novias, novios, compañeros de trabajo, la mascota de la casa o al vecino para desearle una feliz Navidad. En otra instancia, también es la prueba fehaciente de que somos unos mustios consumistas.

Segundamente, me molesta demasiado la vulgaridad con la que me hacen saber que, en efecto, me desean una feliz Navidad. Tampoco quiero exagerar, pero… imagina leer un mensaje en el celular y hallarte con un poema en octosílabos, blancos o una ligera prosa. Quiero decir, que el usuario de un teléfono celular, justo en el instante de escribir un mensaje de asuntos "decembrinos" (desear felices fiestas, alegría, prosperidad, etc.) detiene su andar de usuario común y se estaciona con su intimidad en un espacio aparte como un usuario lírico de teléfonos celulares. Es absurdo, ¿verdad? En fin, lo único que quiero es que, si acaso, me envíen mensajes decentes, honestos, sin tantos adornos de palabrería innecesaria. Por eso, sería mejor que la gente me llamara, aunque desde luego, nadie estaría dispuesto a perder su tiempo (y su crédito.) en llamadas, sobre todo si se trata de alguien aburrido y gruñón como yo. Por eso es que tampoco tú decidiste llamarme. Lo cual agradezco infinitamente, porque de haberlo hecho te habrías decepcionado al escuchar nada más el ruidito de los adornos, las serpentinas trastabillando en la música de Bushido que quedaron en la sala mientras yo salía, veloz y libre por la ventana del departamento, sin una botella de alcohol barato en mano que al menos me diera un poco de gloria antes del impacto.
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Alonso gordillo.
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4 comentarios:

  1. Noooooo??????????
    Calma:::.
    Comunicas...
    Dime....escucho.
    Entendí todo el texto.......
    Y me gusto tu compañia.
    Algo falla en tu conclusión...

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  2. Menuda forma de ser sutíl, yo le envié a 4 personas las palabras "Felices fiestas".

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  3. Yo sí mandé unos cuantos mensajillos (y como cadenita de e-mail, pa' que no me estén jodiendo) y el 3% de los destinatarios me reclamaron... moraleja: Que se chinguen, no vuelvo a gastar mi crédito en ellos.

    Saludos, Alonso :)

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  4. mi cabeza no para de dar vueltas....


    resaca festiva


    un tal elihanna

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